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Tantas veces como reclamamos justicia y reinvindicamos nuestros derechos, tambien Dios tiene sus derechos que son deberes para con nosotros. Fue Jesucristo quien nos dijo: Dad a Dios lo que es de Dios, y al Cesar lo que es del Cesar. Pues tomemos nota y cumplamos lo que a Dios le corresponde que le demos: AMOR, ADORACIÓN, GRATITUD Y REPARACIÓN.



28 de junio de 2012

INEFABLE TESTIMONIO

Queridos hermanos en Cristo que elaboráis y leéis este blog. Les escribo para informarles de un hecho milagroso que ocurrió en 1982. Les escribo porque el  Corazón de Jesús me lo ha mandado, pues yo les consulté por medio de un  reloj y varias veces me confirmó que les escribiera.

Un domingo de Junio fui al puerto de Valencia con mi nieto que tenia seis años a la Estación Marítima y subimos a la estación que tenia dos pisos. Estaba llena de gente. Yo llevaba una cartera de mano con los documentos del coche, el libro el Kempis con una estampa del Sagrado Corazón de Jesús dentro y otra estampa  de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de la que soy muy devoto, llevaba también una bolsa aparte con unos cómics para mi nieto. Después de dos horas más o menos, decidimos bajar del segundo piso, y  cogí la bolsa de los cómics pero torpe de mí, me olvidé de coger la cartera con los documentos.
Fuimos bajando lentamente y mirando el puerto a través de los ventanales. Tardamos una media hora en llegar al coche. Al abrir la puerta del coche  era tal la oleada de aire caliente que me vino que tuve que abrir todas las puertas del coche para que se ventilase, pues donde estaba aparcado daba mucho el sol. Apoyado mientras se ventilaba en una de las puertas del coche miraba hacia la Estación Marítima. De pronto veo venir un jovencito de unos doce años que traía una cartera y me preguntó si era mía. Me quedé mirando al joven y le contesté que sí, me la dio y le día las gracias. El peinado del chico me llamó mucho la atención, pero no comprendía la razón.
Al volver a casa con mi nieto iba en silencio pensando en el peinado del muchacho, pues me sonaba de algo y no sabía de qué. Al final caí en la cuenta que el peinado era el del Niño Jesús que estaba en los brazos de la Virgen en la estampa del Perpetuo Socorro, de la cual les mando una, pero no comenté nada a mi nieto.

Al llegar a casa entré en la habitación de mi nieto que tenía en la pared un cuadro de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y le digo a mi nieto: Mira este cuadro (que le descolgué de la pared para que lo viera mejor) y dime ¿Qué te parece este niño? Y él me respondió: Abuelo, este niño es el que te he ha entregado la cartera en el puerto.

Pero la cosa no termina ahí. Meses después entré en la Iglesia María del Mar que está cerquita de la Estación Marítima y en uno de los altares, el más cerca a la Estación había un cuadro de Nuestra Señora de Perpetuo Socorro, en el que el Niño Jesús, con la mirada vuelta como indica la estampa, estaba “exactamente” mirando hacia donde yo tenía aparcado el coche aquel día.

Ha pasado el tiempo y aún hoy día y al cabo de tantos años, está el mismo cuadro de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y en el mismo sitio, y aún me conmuevo al pensar en todo lo sucedido aquel día, cada vez que entro a la iglesia María del Mar. Les pido que me guarden el anonimato y solo pongan mis iniciales. M.B.T.  de Valencia